En estos momentos, la Unión Europea negocia acuerdos de libre comercio con potencias como Estados Unidos, Japón, e India, y un acuerdo sobre inversiones con China.
Concretamente, en el caso de EEUU, se ha concluido la segunda ronda de negociaciones en la que se continúa discutiendo sobre normas de inversión, comercio de servicios, energía y materias primas, servicios financieros, así como una amplia gama de cuestiones reglamentarias.
De llegar a buen puerto, estos pactos abrirían sus mercados a las empresas europeas, lo que supondría revitalizar la economía del viejo continente a través del comercio, generando, así, crecimiento y empleo.
Europa es la primera potencia económica del mundo dado que su producto interior bruto (PIB) supera los 12 billones de euros. Si la UE finaliza con éxito las negociaciones comerciales en curso, su PIB crecería un 2,2%, es decir, 275.000 millones de euros. Estos datos supondrían el equivalente a añadir un país del tamaño de Austria a la economía.
Es evidente, por tanto, que los Tratados de Libre Comercio están diseñados para crear mejores oportunidades de mercado en el extranjero. Estas ventajas se traducen en la apertura de nuevos mercados para bienes y servicios; el incremento de oportunidades para la inversión; así como, lograr un comercio más barato, ágil y rápido con la práctica eliminación de las tasas aduaneras y el establecimiento de normas comunes en cuestiones técnicas y sanitarias.
Asimismo, se propicia un desarrollo de políticas más predecible mediante la adopción de compromisos conjuntos en las áreas que afectan al comercio, como es el caso, por ejemplo, de los derechos de propiedad intelectual, las normas de competencia y el marco para las licitaciones públicas.
En las primeras fases de una discusión sobre la idoneidad de iniciar negociaciones comerciales con un tercero, la Comisión Europea celebra una consulta pública sobre el contenido y las opciones posibles para cualquier libre acuerdo comercial. Además, lleva a cabo una evaluación del impacto de un acuerdo de ese tipo tanto en la UE como en el otro país.
En la mayoría de los casos, la Comisión inicia un diálogo informal con el país potencial del futuro acuerdo, donde se abordan la amplitud y profundidad de los temas que se negociarán.
Una vez evaluado que el país objeto del acuerdo cuenta con suficientes intereses comunes para que el tratado sea factible, la Comisión pide la autorización formal del Consejo para abrir oficialmente las directrices de las negociaciones. Estas ya establecen los objetivos generales que se pretenden alcanzar.
Los equipos de negociación están liderados por un Chief Negotiator e incluyen expertos en todos los extremos del acuerdo. En cualquier caso, si es necesario, se cuenta con el expertise de la Comisión Europea. Así dan comienzo las rondas de negociaciones que pueden cubrir todos los puntos o centrarse de forma concreta en alguno de los temas. Su desarrollo puede prolongarse, como mínimo, de 2 a 3 años.